Una actitud digital, clave para este nuevo tiempo
Es imposible estimar en qué medida y a qué velocidad la transformación digital provocará la desaparición, transformación o creación de puestos de trabajo, pero sí es obvio que la ciudadanía está ya en un proceso de adaptación tecnológica, que irá acentuándose y que requiere del acompañamiento de las instituciones públicas a todos los niveles, mediante políticas que aseguren su inclusión en el mercado de trabajo, con medidas encaminadas a reducir la desigualdad y la protección social desde todos los ámbitos, pero especialmente el educativo, a través de programas formativos que aseguren una capacitación de la ciudadanía adaptada a la economía digital, que ayuden en el desarrollo de habilidades para trabajar en entornos digitales tanto en niveles básicos como otros más especializados.
Existe una inquietud entre amplios sectores de la sociedad que piensa que la transformación digital destruye más puestos de trabajo de los que crea. Esta inquietud contrasta con la percepción generalizada sobre esta transformación, como una fuente de progreso y con un impacto positivo sobre la economía. Estos datos aparecen en Eurobarómetro de 2017 junto otros como “el 37% de los trabajadores que cuentan con competencias digitales básicas”. Se trata de información clave para las instituciones europeas a la hora de establecer sus prioridades, entendiendo que, efectivamente, muchas de las profesiones actuales desaparecerán y que las personas tendrán que desarrollar competencias que les permitan trabajar con máquinas y dispositivos electrónicos, dando respuesta a las nuevas necesidades del mercado laboral y preparándose para profesiones hasta ahora desconocidas. El objetivo de las nuevas políticas europeas en relación con la digitalización, la empleabilidad y la inclusión es gestionar de forma efectiva la transformación social y laboral de manera que el desarrollo tecnológico suponga una fuente de oportunidades laborales reales para toda la ciudadanía.
Si bien está ampliamente aceptado que la digitalización permite una mayor productividad de la economía, y que esto podría traducirse en una oportunidad para mejorar la calidad de vida de las personas, que también facilitará la creación de nuevos y mejores productos y servicios con menos recursos, la reducción del trabajo físico -y determinados riesgos asociados a este- y el impulso a sectores como el creativo, la industrias tecnológicas o regiones en vías de desarrollo; también es cierto que existen efectos desconocidos de la transformación digital, y que la única forma de estar preparados para posibles situaciones de inestabilidad, es la mejora de la capacitación digital de la población en su conjunto, que evite situaciones de desigualdad o ayuden en el proceso de empoderamiento de la ciudadanía en la sociedad digital.
El progreso tecnológico camina hacia omnipresencia de la inteligencia artificial, la robotización del trabajo, la impresión 3D en la vida cotidiana y la gestión y producción de ingentes cantidades de datos para la mayor precisión en de la toma de decisiones tanto en el ámbito privado como en el público. Esta tendencia de ritmo exponencial genera una gran incertidumbre con respecto a la tasa de reemplazo de los empleos que ya podemos clasificar como “tradicionales” en sectores como la agricultura, la ganadería, la construcción, el turismo, la asistencia sanitaria, el turismo o los servicios en general.
Las últimas estimaciones hablan de 1,3 millones de nuevos empleos para 2020, nuevos en tanto que estarán vinculados directamente con la aplicación de las tecnologías digitales a la economía y la automatización de tareas concretas. Muchos de ellos se convertirán en formas originales de autoempleo y actividades hasta ahora desconocidas, que se desarrollarán exclusivamente en entornos virtuales. Actualmente, el 40% de las empresas que necesitan personal en el ámbito de las TIC tienen problemas para encontrar candidatos adecuados. Y todo esto no es más que el inicio.
Un sistema educativo adaptado a esta nueva realidad, la (auto)formación a lo largo de la vida como base para la capacitación digital permanente, las inquietudes personales, el compromiso de los agentes del territorio y las instituciones con este nuevo tiempo y, ante todo, la actitud de cada individuo en este nuevo paradigma digital, serán algunos de los elementos más importantes para asegurar una transformación digital más justa e inclusiva.