Libertad, libre albedrío…y aplicaciones móviles

Publicado por NCCExtremadura en

Todo estamos de acuerdo en que la libertad, tal y como la concebimos hoy, es como el aire que respiramos: imprescindible para vivir, todo lo llena y, sin apenas reparar en él, no contemplamos la vida sin su presencia. Pero no siempre fue así. La libertad como valor fundamental, y pilar de nuestra democracia, se ha convertido en el orgullo de nuestra sociedad moderna. Pero obviamente no siempre fue así: hace poco más de 1.000 años era una cosa extraña de la que solo podían disfrutar los poderosos. Tras el Renacimiento y la Ilustración, la progresiva conquista de la libertad, la dignidad y el derecho inalienable a la vida dejó atrás creencias antiguas, esclavitud moral y pensamientos anclados en el pensamiento mágico y religioso.

De todo aquello podemos deducir que sí, que somos más libres… pero sólo si igualamos la libertad con el libre albedrío, es decir, con la capacidad para elegir e incluso con tener más opciones para elegir. Podemos votar por más cosas, podemos comprar más cosas en el supermercado y nunca hemos tenido tantos derechos. Existe, sin embargo, otro entendimiento de la libertad, que no tiene que ver tanto con elegir y hacer lo que uno quiere, sino con saber qué es una buena elección y con conocer lo que uno es para poder elegir prudentemente.

Es en este punto del desarrollo de la libertad y de la conquista y el desarrollo de los derechos, en el que comprar un móvil, y sobre todo conectarlo, entran en conflicto. No se trata de una pirueta argumental, ni siquiera de una broma de mal gusto. Es un hecho comprobado por expertos en la materia que, cuando compramos un dispositivo móvil, nuestra capacidad de elección -libre albedrío- queda reducida solo al momento de escogerlo y pagar por él. A partir de este punto, el software instalado en el aparato empieza a “decidir” por nosotros y a «modificar» nuestra libertad.

¿Y cómo es esto posible? Según un estudio dirigido por dos académicos españoles, en más de 1.700 dispositivos de 214 fabricantes, se ponen de manifiesto los sofisticados modos de rastreo del ‘software’ preinstalado en este ecosistema. «Un usuario compra un móvil Android nuevo. Da igual la marca. Abre la caja, pulsa el botón de encendido, el móvil se conecta a Internet y, sin hacer nada más, acaba de iniciar la máquina más sofisticada de vigilancia sobre sus rutinas.» Una realidad que nos acompaña en cada gesto, en cada movimiento y a la que parece no podemos sustraernos.

En el fondo de todo este asunto podemos concluir que no se es más libre por creer serlo sino por la capacidad para decidirlo. Ya lo dijo Aristóteles hace más de 2.500 años -paradójicamente en una época en la que o eras ciudadano ateniense o eras esclavo…sin medias tintas-: la libertad es la capacidad que posee el ser humano de poder obrar según su propia voluntad, a lo largo de su vida, por lo que es responsable de sus actos.

¿Y qué margen nos deja un móvil para poder decidir qué webs visitamos, qué mensajes enviamos o qué compras hacemos de forma online? No hay que alarmarse hasta el extremo de dejar a un lado el uso de los móviles, sobre todo porque este tipo de maniobras de los fabricantes no siempre afectan a nuestra identidad o ponen en peligro nuestros datos personales. Hay que alejarse de la concepción de vivir permanentemente en un estado de conspiración.

La verdad oficial es que vivimos en sociedades libres y democráticas porque permiten que diferentes voces puedan expresarse y que cada cada cual elija su información. Sin embargo, y el hecho de que esta anomalía tecnológica de la que hablamos en los móviles así lo constata, no podemos contentarnos con esta perspectiva porque estamos ante una verdad que contiene una ilusión: hablamos de libertad formal y no sustancial.

Quienes nos conectamos a diario a las redes, en cualquiera de sus formatos móviles o fijos, sabemos que hay que pagar un cierto precio para acceder a millones de datos, a información y a la comunicación más rápida y eficaz. De nuestro criterio y acción queda el ser cautos en el uso de estos dispositivos, teniendo en cuenta que la seguridad de nuestros datos y nuestra identidad digital es lo primero. Hay aspectos técnicos a los que nunca tendremos acceso y contra los que no podremos luchar…pero siempre nos quedará la libertad para elegir entre ser parte de una sociedad moderna y conectada o vivir en un espacio reducido, en forma y fondo, al que no todo llega.


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